lunes, 23 de enero de 2017

EL PEQUEÑO COMERCIO
















En los primeros días de las rebajas de enero, fui a la pequeña tienda de un antiguo compañero de colegio. Me convenció de que los pantalones de pana abrigaban, en el invierno, me enseñó el forro que llevaban por dentro y al final me llevé unos parecidos a los que  él llevaba puestos. A continuación le dije que me sacara cazadoras y, entre ellas, me enseñó una de color azul parecida a los anoraks, aunque me dijo que el tejido es diferente. No me gustaba por eso, pero me la puse, me miré en el espejo y vi que aquella prenda de abrigo no estaba mal. El caso es que, mirándome por delante, por la espalda y de perfil vi que era mi talla, y se produjo lo que se dice el flechazo.

A la semana siguiente estaba pensando en pasarme por el Corte Inglés, para comprarme unos jerséis, pero decidí darme una vuelta por la tienda del compañero del alma. “Yo quiero que el jersey sea un poco recio, pues los que tengo son finos y no me abrigan”, le dije, pues cada año que pasa soy más friolero. Me sacó de varios colores y modelos, de los que abrigan como a mí me gustan, con el cuello de pico y otro con el cuello alto, y no se habló más. Con el descuento, me cobró setenta euros por dos jerséis y una camisa de franela, y entonces me dijo: “En el Corte Inglés te hubiera costado setenta euros, un solo jersey, allí lo que pagas es la marca y a lo mejor lo han fabricado en un país asiático. En cambio, esta camisa de franela está hecha en Córdoba”. También me dijo que hacían el arreglo en la tienda, “en un par de días, cuando el pantalón no queda bien”, y me enseñó la máquina de costura. Te quedas alucinado. Zara es una multinacional española –lo mismo que el Corte Inglés–, pero quitando a los empleados españoles, todo lo demás está hecho en el extranjero, sobre todo en los países asiáticos donde la mano de obra es más barata. Como el caso de una conocida marca de balones de fútbol, están cosidos por niños de la India a los que les pagan cuatro perras y  a veces sin contrato. 

El amigo del colegio lleva bastantes años con la tienda de ropa, en Guadix, después de experimentar en otros oficios y negocios, y le va bastante bien. Sabe convencer y vender. Hace unos días entré en una pequeña tienda de deportes de Guadix, donde el empleado te habla de la marca Chiruca para hacer senderismo, lo mismo que los bastones, y se fabrican en España. “Vas a Decathlon, en Granada, y encuentras bastones de doce euros, pero no son buenos. Y las botas de senderismo son de marcas extranjeras y más baratas, pero más malas. Estas gorras de hombre que tengo son tradicionales, valen trece euros y las vendo bien. Traje unas boinas a treinta euros, pero me tiré diez años para venderlas. No me trae cuenta”. Al final acabamos hablando del pellet para la estufa y me aconseja que lo compre en un comercio determinado, porque el que compro en Leroy Merlin es más barato, pero de más baja calidad y de menor poder calórico. “El pellet barato echa humo negro y te atora los tubos, no trae cuenta porque al final te va a costar más limpiarlos”, me dice. 


En una tienda de electrónica de Guadix compré un programador: señalas los días, horas y minutos, y se enciende una bombilla en tu casa, en las horas programadas. Era un aparato fabricado en China y las complicadas instrucciones a veces no las entendía, de manera que el propietario de la tienda me atendió muchas veces, para solucionarme el problema. Antes del año, el aparato falló y el comerciante me devolvió el importe, diez euros. Le dije que me lo cambiara por otro programador, pero no le quedaban. Lo que trato de decir es que, las veces que el comerciante me atendió y me sacó del atolladero chino, valían más que el precio que pagué. Esta atención personal al cliente no la hacen en Media Markt ni en ningún supermercado.

Guadix es un ejemplo del pequeño comercio, donde sobrevive con dignidad, a pesar de que ya tiene supermercados como Mercadona, Dani, Lidl, Día y algún otro, así como el Mercadillo de los sábados, que abarata los precios bastante. La gente de la comarca se acerca a comprar aquí, por la calidad y el precio. Sin embargo, en Las Gabias, distante a ocho kilómetros de Granada (un pueblo dormitorio con 19.000 habitantes, cuando en los años noventa tenía 6.000), ocurre todo lo contrario: el comerciante apenas vende, porque los vecinos se van a comprar a Granada, sea a Kinépolis o al Centro Nevada. Posiblemente esto sea debido a la cercanía de Granada, mientras que Guadix se encuentra a cincuenta kilómetros de distancia y para aparcar en el centro de la capital tienes que pagar. Esto disuade bastante al personal. Esta anécdota me la contó un amigo: antiguamente, los vecinos de Jéres del Marquesado se acercaban a Guadix a vender los sacos de trigo, pero, de regreso venían diciendo que los habían engañado. No sabrían mucho de cuentas o esperaban otro precio.

 En Granada recuerdo a Loli, atendiendo en la Librería Estudios, en la calle Mesones. Siempre la veías con clientes y te atendía de una forma especial, me decía que su padre la enseñó a atender al cliente así. Esta librería cerró hace un año, por la tremenda subida de los alquileres antiguos en los locales comerciales (había que actualizarlos de acuerdo con la ley), pero el local todavía permanece cerrado. El caso es que la calle Mesones se quedó, por primera vez, sin librerías, y esto da idea de por dónde va el consumo y por dónde la cultura. Cada día se lee menos y se teclean más los aparatos inteligentes, que a su vez generan una sociedad cada vez más idiotizada y narcotizada.

Lo que quiero destacar es que el comercio pequeño se está perdiendo, debido a las multinacionales y supermercados, sobre todo en Granada. Es el pequeño comerciante, que te atiende con cortesía, te aconseja y al final te convence de que lo que te ofrece es lo mejor. Sin duda lo mejor del pequeño comercio es el precio, la calidad y el trato personal, aunque los supermercados tengan más variedad, publicidad y atractivo. Es una pena, vamos a la globalización y el pequeño comerciante tendrá que especializarse en lo que le dejan las multinacionales, los bazares chinos y los comercios extranjeros, si quiere sobrevivir. Los españoles tendremos que decidir, aunque ya parece decidido, si compramos en Carrefour, Alcampo, Decathlon, Leroy Merlin, Brico Depot, Aldi (multinacionales francesas), Día y Media Markt (multinacionales alemanas) o en el Corte Inglés, Zara y Mercadona, que son españolas, pero la mayoría de los productos que venden los fabrican en el extranjero. Es el comercio internacional, el liberalismo rampante que paga sueldos míseros en países pobres (a veces sin contrato y en unas condiciones miserables), por lo que las ganancias son rápidas y seguras. Vamos a la desigualdad y la injusticia: el 1% de la población del mundo posee el 99% de la riqueza. El pequeño comercio va en retroceso en las capitales de provincia, pero se mantiene en ciudades como Guadix.

miércoles, 18 de enero de 2017

EL TERREMOTO DE ALHAMA 25/12/1884


Terremoto de Alhama


   El periódico 'El Defensor de Granada' daba así la noticia:

Martes, 13-1-1885.- El viaje del rey Alfonso XII en Alhama.- A las tres de la tarde llegó a Alhama de Granada el rey y su comitiva. En Loja al dejar el tren real, habían montado en coches preparados al efecto, agregándoseles otras varias personas.
Recibiéronles las autoridades, comisiones de los pueblos comarcanos y el vecindario en masa, que tributó al rey una imponente ovación, pidiéndose protección y amparo. El rey impresionado tristemente ante tantas desgracias, dirigió afectuosas frases a todos, y a pie, seguido de numeroso séquito, recorrió todas las calles inspeccionando los destrozos causados en los edificios por los terremotos. Visitó también las chozas en que habita el vecindario, y penetró en el hospital. La visita a este triste lugar fue conmovedora. El Rey habló con todos los enfermos y heridos; aquellas sencillas gentes sentíanse embargadas por emoción profundísima; de una parte, la catástrofe y sus desventuras, y de otra el respeto, la confianza que las palabras del Rey habían hecho surgir en los corazones.
Cuando el monarca dejó el establecimiento y se retiró al balneario, quedó ya decidida la concesión de pensiones depositadas en el Monte Pio para todos los huérfanos menores de quince años cuyo capital y los réditos que este devengue serán entregados al cumplir la citada edad acumulándose las cantidades respectivas a los que fallezcan, a todos los pensionados. También decidió S. M. que a los heridos solteros se les entreguen 400 reales, 500 a los casados, 600 a los que tengan dos hijos y 100 reales más por cada hijo a los que tengan más de dos.
S. M., algo contrariado por estos obsequios, se retiró a su cuarto a las diez y media de la noche. Antes de la comida recibió a varias comisiones de los pueblos comarcanos, entregando a cada alcalde 4.000 reales para el socorro de las necesidades más precisas. Especialmente para Alhama dejó 30.000 reales. El terremoto de las seis de la mañana, fue observado por S. M. y sus acompañantes. El fenómeno tuvo allí muy escasa importancia. Justamente a esa hora se vestía el Rey para continuar su expedición

'Apéndice Documental de Historia de Alhama y sus Monumentos', de Salvador Raya Retamero, 1992. 'Alhama en blanco y negro'


El Periódico 'El Defensor de Granada' escribía una durísima editorial y una crónica ese mismo día. Las dos las trascribimos aquí.
Jueves, 15-1-1885.- ¡Pobre Alhama!.- ¿Qué va a suceder en este desdichado pueblo? ¿Qué piensa el gobierno, qué piensa el ministro de la gobernación en socorro de esta desventurada ciudad? El rey ha pasado por allí como una luz brillante y esplendorosa, socorriendo huérfanos y heridos, mitigando desventuras privadas; pero ya ha pasado: y Alhama queda sola en su desventura; con sus edificios por el suelo; con los cadáveres de sus hijos entre los escombros; con los supervivientes más favorecidos albergados en tiendas de campaña, y espuestos allí a los rigores de la temperatura y de las enfermedades, con los braceros sin trabajo; con el espíritu aplanado por su inmensa pesadumbre.
¿Puede esto continuar así un sólo instante? ¿A cuando se espera para enviar a Alhama un regimiento de ingenieros que escombre las ruinas y extraiga los cadáveres, y
construya albergues provisionales de madera interin se normaliza la situación y se reedifica la ciudad? Sigue nevando, y aquellos desgraciados se siguen muriendo lentamente, víctimas del horror y de las penalidades y de la incuria y de la ineficacia de un gobierno que ni siquiera sabe imitar las virtudes de su soberano.
¡Pobre Alhama! ¡La bella, la grande, la rica... qué sola y qué abandonada se ha quedado en su desventura! Y la estamos viendo morir y nadie vuela en su socorro.
¿A qué se aguarda? ¿A qué se aguarda señor ministro, señor gobernador? ¿A qué se aguarda?

  Jueves, 15-1-1885. Los terremotos de esta Provincia.- Desde Alhama nos escribe nuestro corresponsal don R. L. C. una sentida e interesante carta de la que reproducimos los siguientes párrafos.
"Un pastor regresaba del campo el día 25 de diciembre: se dirige a su casa en busca de su familia, compuesta de mujer, una hija mozuela y un hijo de 5 años; ni encuentra la casa ni la calle, pues todo era un montón de escombros; después de andar de acá para allá como loco, al fin encuentra esos pedazos del corazón que buscaba con tanta ansiedad: ¿Pero dónde y cómo? en el depósito de cadáveres tuvo lugar de identificarlos y perderlos para siempre. A un joven como de 18 años, decentemente vestido, le coge en la calle esa noche del 25: tan luego se hubo repuesto del sobresalto de las dos terribles sacudidas, vuela hacia su casa y la encuentra convertida en ruinas y debajo de ella a sus padres y cinco hermanos que tenía y que no volverá a ver.
A otra familia compuesta de cinco individuos, cuatro adultos y una niña de tres años, se le hunde la casa, les coje debajo, y sólo el matrimonio que en ella habitaba se salva, pero milagrosamente: el marido, que se hallaba en el piso bajo al fuego de la chimenea, en un estrecho hueco del que le sacaron a las 24 horas magullado, que casi no podía respirar, y a la mujer en el piso alto colgada de la punta de una viga de el en cuya situación permaneció doce horas mortales, pues era una habitación que quedó también en hueco entre las derribadas por el siniestro. Ayer sacaron, entre otros, tres cadáveres de una cama de matrimonio destrozada: marido, mujer y una niña como de dos años, los tres abrazados. Hoy el cadáver de una niña como de 2 años, en una cuna, destrozada y con un pedazo de pan en la mano. Pero a ¿qué proseguir describiendo cuadros de esta naturaleza? Sería tarea inacabable. También sería largo de describir, por más que de parte de ello no se haga con bombo, la conducta con que en las más críticas de las circunstancias del terrible siniestro, se han portado este dignísimo señor juez de instrucción don Juan Martínez Marín y el no menos digno señor alcalde D. Pedro Negro, quien desde los primeros días del conflicto, acompañado de sus respectivas secciones de empleados y trabajadores, se lanzaron en los parajes más peligrosos, despreciando el grave riesgo que a cada paso exponía sus vidas, extrayendo multitud de víctimas de entre los escombros, algunos con vida, y los demás cadáveres".


Editorial de 'El Defensor de Granada', el viernes, 6-2-1885.
 El abandono de Alhama

Es el colmo de la vergüenza, la apoteosis de la incuria lo que está pasando con Alhama. ¿Quién lo creería sin verlo? Hoy, cuarenta días después de la catástrofe, hallase la ciudad en el mismo estado, poco menos, que la terrible noche del 25. Las calles sin desescombrar, muchos cadáveres aún bajo los escombros; los edificios que amenazaban ruina, cayéndose y aplastando a los transeúntes; el vecindario, sin albergues donde refugiarse. Allí estuvo el ministro de la Gobernación, ¿Qué hizo? ¿Qué determinaciones ha adoptado? Allí el Gobernador de la provincia, y después de dar algunas limosnas, se volvió tan satisfecho. ¿Es este el modo de gobernar el país y de curar sus heridas?
Ved lo que son las cosas. Mientras Alhama sufre en el abandono, mientras aquel pueblo agoniza, el ministro de la gobernación se entretiene en reírse de los diputados en el Congreso, y los diputados en hacer rabiar al ministro de la Gobernación y en estériles ejercicios oratorios de habilidad o de elocuencia. Si con palabras y sofismas y vanidades se construyesen los pueblos, Alhama surgiría como por encanto de entre sus escombros; pero las catástrofes se remedian con recursos, buena voluntad y energía, y los recursos necesítalos el gobierno para sostener esa muchedumbre de empleados que le sirve de base, su buena voluntad la agota en engaños al país con promesas que nunca se cumplen, y la energía en sostener a sablazos a sus abusos y arbitrariedades, en procesos a periodistas, en escarnecer a jueces honrados que no se doblan ni se corrompen y en acuchillar a media docena de chicos indefensos. Saltó a la vista de todos, desde el primer instante, y todo el mundo lo dijo, que lo más urgente en Alhama era un batallón de ingenieros que dirigiese y ejecutase el desencombramiento de la ciudad. ¿Por qué no se ha enviado? ¿Para cuándo se reserva ese distinguido instituto? ¿Para qué lo paga el país? ¿Es mejor que estén en sus cuarteles, mano sobre mano, que trabajando por la humanidad y por la patria y por la vida y la seguridad de sus hijos, en las ruinas de aquel pueblo sin ventura? 

    Posdata: el terremoto fue un seísmo registrado el 25 de diciembre de 1884, con epicentro en Arenas del Rey (Granada). El temblor tuvo una magnitud de entre 6,2 y 6,5 grados en la escala de Richter, y duró aproximadamente 10 segundos con un hipocentro entre 40 y 50 kilómetros bajo tierra, causando entre 1.050 y 1.200 muertos, y casi el doble de heridos. La provincia de Granada es la más sísmica de España (las placas tectónicas de África, Europa y Asia se juntan en el Estrecho de Gibraltar), en Albolote ocurrió en 1955, y desde hace tiempo se espera un fuerte terremoto en la provincia. El terremoto de Lorca creo que ocurrió en 2010, varios años después el pueblo seguía esperando la ayuda del Gobierno. A principios del siglo XIX, Benito Pérez Galdós decía de la clase política española que se dedica a pastar de los presupuestos y no se puede esperar nada de ella.
¿Hay que recordar que cada año se producen muchos terremotos, en rincones míseros del mundo, y ocurre exactamente igual o peor que en Alhama, 130 después? Pero las imágenes por televisión de las víctimas ya no conmueven a nadie. Algunas palabras no están escritas correctamente, pero he copiado estas crónicas tal cual de ese gran periódico como fue 'El Defensor de Granada', dirigido por Francisco Seco de Lucena.

domingo, 1 de enero de 2017

IN MEMORIAM, PEPE MARÍN








Pepe Marín en su huerto, 2003. Foto Conejero



A finales de agosto me acerco a casa de Pepe Marín, donde tiene su huertecillo y el hombre allí se distrae. Pepe remanece de Iznalloz, de los Barranqueros, y es algo flamenco. Anda ya por los 66 años, le gusta madrugar y lo mismo te lo encuentras por el campo con su inseparable Copito, y con un palo en la mano. El perro está ya, lo que se dice, a punto de cobrar la jubilación; poca cosa, pero bueno. Yo le digo a Pepe que no merece la pena mover los papeles. El palo que lleva dice que es, por si se le avienta algún chucho de esos, “es que ya no te puedes fiar y con esto le doy en los hocicos”.
–¡Mira qué pitorras! –me dice, señalando unas gallinas pequeñas y negras, que están encima del palo del gallinero–. Yo aquí tengo mis gallinas y mis gallillos... Ésta que ves con el cuello pelado, es una gallipava. ¿Y ves ahí los caracoles en ese trozo de tierra? Tengo una buena banda y les echo hojas de lechuga. Los caracoles hunden los cuernos en la tierra y ponen huevos. A mí me gustan mucho en salsa, pues mi mujer hace unas salsillas y están muy buenos. Esta es la churra del gobernador –en diciendo esto, le aplica el metro a un cactus–, que mide 80 centímetros de largo. Y a este antiguo laurel el Sol lo estroza, ¿no ves las hojas en el suelo? Esto no cría nada más que hojas
Ahora vamos por un estrecho pasillo, donde se pueden apreciar cinco largos calabacinos colgando del aire, y otras tantas calabazas de agua: como las que llevan los negros en el desierto de África, a modo de cantimplora. Y esto es lo que sorprende del huerto de Pepe: los calabacinos nacen en la tierra, entre las matas, pero cuelgan del emparrado como si fueran enormes falos.
–Los calabacinos tienen 120 centímetros de largo y han nacío junto a las calabazas de agua, porque han venido huyendo del Sol y buscando el fresco. Tengo uno seco del año pasado que mide 138 centímetros. Y estas otras calabazas son de adorno, buscas un corchillo y las llenas de agua. La gente que viene, me dice “¡qué primor de casa!”. Pero esto tiene su trabajo, aquí entre estas cuatro paeres. A esto le digo yo picante de adorno –semejantes a los pimientos rojos– y es parecío a los faroles. Y esta planta es un galán de noche. Aquellas que ves en el suelo son calabazas de comer, y el año pasado salió una que pesaba treinta kilos por lo menos. ¡Vamos, Copito!
También se ven colgando del emparrado unas calabazas pequeñas, que son del mismo color y tamaño que las naranjas. Parecen bombillas de colores adornando en medio de las ramas. Pepe el Barranquero también me enseña una higuera grande, que tendrá unos quince años, y donde los gorriones se comen los higos; las granadas todavía están verdes. El huerto es bastante vistoso y tupido, y por la mañana hace un contraste entre sol y sombra, como un invernadero. Pepe ha aprovechado todos los rincones del huerto y es una delicia estar allí. Luego me cuenta algunos chascarrillos:
“Su perra salió a cazar a lo alto del Calvario, / echó la mirá p’atrás y vio a su novia cagando. / Y dice ‘ahora voy a tirarle un tiro por echar un rato de risa’. / Y del susto que le ha dao, en la camisa sa cagao. / Y salta el zocato de su padre: / ‘¡En mi casa que no entre, tirarle a mi hija cagando, eso lo tengo yo presente!’”. Y este otro viejo dicho, que será por lo menos de la Edad Media: “¡Si no sirve pa gallo, capallo”. O aquel hijo listo que le dice al padre: “Tú das el golpe y yo el jipío”. Este otro dicho también tiene trazas de antiguo: “Montevive está en un cerro y Gabia en una cañá; y el pobrecito de Híjar en medio de un olivar”. Luego pasa a hablarme de la juventud:
–Hoy nadie quiere hacer na, mientras ves a los jóvenes con sus gorrillas, sus aretes y sus amotos. Antes, los niños llevaban nada más que un baberillo y los veías con la gurrina y el culo al aire. Y claro, se meaban y echaban la pella en cualquier lado.
“¡A ver si para el año que viene siembras pepinos!”, le digo al despedirme. Y es que como los pepinos, con perdón, los calabacinos colgantes de Pepe el Barranquero, no se ven todos los días por estos pagos de Gabia la Mayor.

Este texto lo he copiado tal cual del artículo El huerto de los calabacinos colgantes, de mi libro Gabia, la memoria perdida (2004), una edición de autor que dediqué a este pueblo de la Vega de Granada. Pepe Marín falleció en noviembre de 2016, de un cáncer de pulmón, en cuestión de semanas. A veces me lo encontraba por Gabia o sentado en un banco de la calle de San Isidro, que estaba cerca de su casa. Allí solía ir por las tardes a charlar con los vecinos, acompañado de Isabel, su mujer, que ya tenía un principio de alzheimer. Hablábamos de política o de cualquier tema y, con la retranca que tenía y el tono que empleaba, te partías de risa. Siempre tenía buen humor y, con cualquier cosa que dijéramos, ya estábamos riendo. Pepe era todo amabilidad. Un día vino a podarme el naranjo y el limonero que tengo en el patio, al cabo del tiempo, pues se había olvidado de que habíamos quedado unos meses antes. Estar con Pepe Marín era pasar un rato agradable y, cuando una persona así fallece, es cuando la valoras y te das cuenta del vacío que deja.

Llamé por teléfono a su hijo Juan, para darle el pésame, hablamos un buen rato y me contó anécdotas que le ocurrieron a su padre. Un día estaba trabajando en una obra y le dice el encargado: “Pepe, que estos dos te van a ‘ayuar’ a hacer el hormigón”. Pero resulta que uno estaba arriba, dándole al botón del montacargas, y el otro estaba al lado del grifo del agua, de manera que el trabajo fuerte lo tenía que hacer Pepe. Hasta que se hartó de echar paletadas de arena y de cemento, para hacer mezcla, y les gritó: “¡Que me vais a matar, que to el trabajo lo tengo que hacer yo…!”.
En otra ocasión, Pepe estaba trabajando en Francia –tuvo que emigrar– y se puso a engrasar la máquina de las ‘papas’, pero se ve que la bomba cogió aire y aquello no funcionaba. Entonces el patrón vio a Pepe, le quitó la máquina y le dijo de todo menos bonico. Cuando acabó, Pepe le espetó: “Patrón, ¿vu fini, no?”. Y el patrón le respondió: “Sí, español”. “Pues…, tú igual, ¿pourquoi no? Y tú también couchon (cerdo)”. Entonces, el patrón dijo de llamar a los gendarmes, pero Pepe le respondió tranquilamente: “Allí mejor, no travail (no trabajo), pero que yo no vengo de España a hincharme de trabajar para que encima me insulten”. El caso es que el francés le pidió perdón y le decía más tarde, “José, beaucoup (muchos) de nervios”. Los trabajadores españoles, que estaban asustados, le decían: “Pero, ¿cómo has tenido valor para decirle couchon al patrón?”. Sin embargo, al año siguiente el patrón volvió a contratar a Pepe.
La primera vez que fue a Francia, Pepe trabajó con otros dos paisanos de Iznalloz. Pero estos le daban las hileras de matas más largas del campo, de forma que siempre se quedaba rezagado hasta que se dio cuenta y protestó: “Dadme el mismo corte que el que hacéis vosotros y veréis cómo no iré atrasado”. El caso es que le hicieron varias faenas, aprovechando que era novato. En otra ocasión Pepe limpió una nave y la regó, y el patrón, sorprendidole dijo: “¿Ya finí?”, pues los dos paisanos se tiraban toda la tarde para hacer el mismo trabajo. “Al año siguiente, el patrón sólo llamó a mi padre para trabajar”, me dice su hijo Juan.