martes, 16 de agosto de 2016

LAS LECCIONES DE LA VIDA



Taller mecánico





Un vecino quiere cambiar las ventanas de madera de su vivienda por otras de aluminio. Después de visitar y hablar con varios carpinteros, queda con el que le presentó la oferta más ventajosa para medir las ventanas de su casa. El metalistero le presenta un presupuesto escrito y le dice: “Son 1.700 euros y con el IVA sale a 1.900. Pero usted solamente me tiene que abonar 1.700”. El vecino se queda sorprendido y le responde: “Con este presupuesto yo estaría obligado a pagarle 1.900 euros. Yo quiero que me haga un recibo con el total de lo que tengo que pagarle, pero sin que figure el IVA”. Entonces se pusieron ambos a discutir: que si usted no se fía de mí…, yo tampoco me fío de usted… Al final, acuerdan que el carpintero le entrega un presupuesto sin IVA, por  1.700 euros. Unos días más tarde quedan en la carpintería, para la entrega de 700 euros a cuenta, a cambio de un recibo. El vecino se presenta a la hora convenida con el dinero, pero la metalistería está cerrada. Entonces llama al móvil del carpintero y tampoco responde, de manera que no le queda otra solución que marcharse.

Una hora más tarde llama el carpintero diciendo que estaba trabajando en un pueblo y, sin dar más explicaciones ni excusas, le propone una cita para que le pague al día siguiente. El vecino ya no pudo aguantar: “¿Le ha costado mucho trabajo llamarme para decirme que no iba a estar en la carpintería y me habría ahorrado el viaje al pueblo? Ayer saqué 700 euros del banco y desde entonces los llevo encima, hasta el teléfono móvil lo tenía desconectado… Esto es tener poca seriedad, de manera que las ventanas ya no me interesan”. Y diciendo esto le colgó el teléfono, bastante enojado. El otro le envió dos mensajes diciendo que había hecho un trabajo pasándose por su casa y casi amenazándole. Pero ahí se quedó la cosa. El vecino se hacía cruces pensando: “Si esto me lo hace cuando he ido a pagarle un anticipo, ¿qué no me hubiera hecho después?”. En los pequeños detalles, hasta en los más simples, dan la talla las personas.

Un amigo me contó este caso insólito que le pasó, hace unos meses. Había terminado su jornada de trabajo y le faltaba poco para llegar a casa en su vehículo. Como siempre, dejó la calle principal y torció para meterse en la calle donde vive, pero se encontró de pronto con una mujer que iba andando por mitad de la calzada, en vez de por la acera. El conductor tuvo que frenar el turismo para no atropellarla y la mujer, en vez de apartarse y balbucear una excusa, se planta en la calle y se le encara diciendo “¿Qué pasa?”. Mi amigo le reprochó su actitud y le dijo, “Pero, ¿qué hace? ¿Quiere apartarse de la calle?”. Sin embargo, la susodicha no se movió de la calzada mientras hacía gestos desafiantes al conductor y, lo que es peor, trataba de llamar la atención de los viandantes que pasaban por allí, con tal de echárselos encima, haciendo ver que aquel tipo se estaba metiendo con una mujer indefensa. El conductor tuvo que salir pitando de allí con el coche, porque barruntaba que iba a tener problemas. Cuando se da con una persona así, con ganas de jaleo, no te puedes poner a su altura. Meses después, un joven se le cruzó en la calle por lo que tuvo que frenar para no atropellarlo. Le llamó la atención y el chaval le respondió: "Subnormal, tú tienes un cruce de calles y tienes que pararte". Allí no había ni ceda el paso ni para los peatones...

No hace mucho, llevé el vehículo al mecánico pues tenía poca potencia. Tras oír el sonido del motor, me dice que le fallan los inyectores. Al día siguiente, me confirma por teléfono que los cuatro inyectores y la bomba del agua (estaba rota) cuestan 840 euros. “Pero si hace un año que le reparaste dos inyectores”, le digo. Me cobró doscientos euros, diciéndome que tenía que desmontar la mitad del motor, cuando los inyectores se encuentran debajo del filtro de aire. “De eso hará más de un año”, me responde el mecánico, un tanto sorprendido, pues no se esperaba mi respuesta. Hacía exactamente un año que los reparó, según la factura. “¿Cuántos inyectores están mal en el ordenador?”, le pregunto. “Dos”, me responde. “Pues, arregla esos dos y la bomba del agua”. Al final me cobró 555 euros, pero al principio intentó cobrarme los cuatro inyectores, y eso que le he estado llevando el vehículo unos seis años.

El mecánico llevó los dos inyectores a que los limpiaran a un taller y, cuando recogí el vehículo, me dijo: “Hace unos años, estos mecánicos iban malviviendo como podían. Hoy no dan abasto y es por el gasoil de bajo coste, que estropea los inyectores… Lo mejor es que llenes dos depósitos de gasoil barato y un depósito del bueno para que los vaya limpiando”. Este fue el consejo que me dio el mecánico, y es que, como solían decir con frecuencia nuestros padres, “nadie da duros a cuatro pesetas”. A la conclusión que llegué con el mecánico es que, cada vez que le llevaba el vehículo, debía de tener preparada la cartera. Pero, cuando uno tiene un negocio, debe de procurar transmitirle confianza al cliente, porque si no al final lo pierdes. Me ha pasado con varias personas, después de llevar años siendo cliente y a veces de estarles agradecidos, te la intentan pegar o ves poca seriedad. La solución es no ir más, pues prefieren el dinero y engañar al cliente.


Publicado en el semanario Wadi-as, julio de 2016

6 comentarios:

  1. El mundillo de las malas relaciones comerciales, incluso el de las vecinales hace mucho tiempo que dejó de cuestionarse.Parece que ya todos debemos aceptar ese deterioro de la convivencia.Si el respeto no se supervisa podríamos ir a peor. Buen artículo.

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  2. Si tienes un negocio, debes de cuidar al cliente porque si no lo pierdes. Hay gente con la que he tenido una buena relación durante años hasta que un día te das cuenta que te han hecho una chapuza, que te están engañando o tomando por un idiota. Lo mismo se puede decir de las relaciones con los vecinos o amigos. Los romanos decían que, quien no sepa sonreír, no debe de poner un negocio.

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  3. Al leer tu artículo me ha venido a la memoria una cosa que me contaba mi abuela que le pasó a un tío suyo que vivía en la Sierra de Baza, en el Tesorero. Según ella su tío bajó a Baza una vecina, que era su comadre, le dijo, " compadre, me compra usted dos cantaros y luego le daré los dineros" El hombre se le olvidó el encargo y por no disgustar a la mujer diciendo que se olvidó, le dijo, "comadre se me ha caído la burra y se me han roto" Contestación de la mujer,, "menos mal que no le di los dineros" contestación de él "pues menos mal que no le compré los cantaros" Son casos y cosas de toda la vida. Un placer leerte.

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  4. Buenos días, Esperanza. Cada día se aprenden cosas nuevas y te quedas sorprendido de la pillería y de la poca formalidad de algunas personas. Pero, también, te encuentras con personas que te hacen un favor y no saben si lo recibirán. Es una mezcla agridulce que nos hace ver los lados opuestos de la vida, así como valorar a unos y huir de otros

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  5. Parece que llega un día en el que dices: "¡Qué mayor me estoy haciendo!" y no son las canas. Es que tienes conversaciones como estas, que parecen aburrir a muchas personas jóvenes o te parece de pronto que la brecha digital la tienen sangrando, perdiendo su personalidad a borbotones y muchas veces sin darse cuenta.
    He formado parte de comercios minoristas durante muchos años y siempre quise tratar a todos por igual, sin engañar ni hacer rebajas. Muchas veces me dijeron los clientes que era un pésimo vendedor: era empleado y no propietario. Alguna vez incluso les pedí que no me comprasen el portátil de tal marca (solo tenía una marca) porque solo tenía malas experiencias, fallos etc.
    Ero yo un vendedor de los que aburrían al cliente contándoles detalles de los productos que no podían conocer y yo me empeñaba en hacerles comprender para que eligieran por sí mismos. Les hablaba de milisegundos, de nanosegundos y otros términos no habituales de cualquiera y que hace años no preocupan a nadie.
    Cuando el propietario se metía a hacer las ventas, no había escrúpulo ni nada por el estilo.
    Sigo siendo parte de un comercio pequeño y las mismas trampas que hacían los empresarios anteriores siguen en práctica hoy en día.
    No siempre son los clientes como inocentes pollitos en busca de su mamá. A veces se comportan y tratan de manipular la compra y en general son ellos los que piden ahorrarse los impuestos y no al revés. Hoy en día la transparencia en la compra-venta es difícil de mantener si te dedicas a vender lo que no tienes o compras y compras artículos que luego no existen en el almacén ni figuran en el registro de ventas.

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  6. Hace unos años cerró la Librería Estudios, en la calle Mesones, le dediqué un artículo y lo leyeron más de mil personas. Lo tengo en Artículos de Granada. Los dueños de la librería practicaban el trato personal y tuvo muchos comentarios el artículo pues los clientes la recordaban con cariño. Hay que atender al cliente, ser honrado y no engañarlo. El cliente vuelve donde lo tratan bien

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